La marquesa
contempla el rastro de sangre que sus manos dibujan sobre la escayola del
balaustre de la torre. Recuerda con nitidez el día en el que llegó al palacio
convertida en la flamante marquesa. La primera solicitud que realizó a su
marido fue la incorporación de una criada. Josefa, la joven sirvienta, contaba por
entonces con nueve años, la misma edad que su hijo Alfonso. Una lágrima se
desliza por su mejilla, pero la aristócrata aprieta los dientes y grita con todas
sus fuerzas. Únicamente la majestuosa alameda puede oírla.
Alfonso y Josefa crecieron juntos, casi como hermanos, hasta
que entraron en la adolescencia. La primera vez que la marquesa los descubrió
besándose en el granero, no le dio importancia. Chiquilladas, se dijo entonces,
pero qué equivocada estaba. Cuanto dolían las sonrisas de su hijo mientras
Josefa colocaba las servilletas, las caricias furtivas que Alfonso deslizaba
sobre las manos de aquella joven o la cara con la que la criada miraba a su niño.
Despedirla del palacio no sirvió de nada.
—No te lo perdonaré nunca, madre.
La marquesa
trataba de abrazar a su hijo, de ofrecerle consuelo, pero el joven rehuía.
—Solo quiero lo mejor para ti, Alfonso —suplicaba ella, mirándolo
a los ojos.
Por las noches, en la cama, le gritaba al marqués.
—¡No es mujer para nuestro hijo!
—Son cosas de chiquillos —respondía su marido.
—¡Cállate! Es lo que me dije al principio y míralos. Tienes
que hacer algo. Se un hombre, defiende a nuestra familia.
Ante la imposibilidad de cambiar los sentimientos de Alfonso
hacia la criada, decidieron enviarlo a una academia militar. La marquesa sabía
que sufriría por su hijo, pero estaba dispuesta a cualquier cosa con tal de
mantenerlo alejado de aquella desgraciada, para siempre.
El día que
Alfonso subió al tren que lo transportaría hasta el cuartel, Josefa sintió que
el pecho se le abría en dos. La cara de él y sus manos pegadas contra el cristal
del vagón como si quisieran acariciarla una última vez. Maldijo, entre
lágrimas, aunque tenía la certeza de que Alfonso la amaba tanto como ella a él.
La noche anterior a su partida, en el bosque, el joven le
prometió que volvería a buscarla.
—Te escribiré cada día —juró Josefa.
—No voy a olvidarte —dijo el joven.
—Ni yo a ti, Alfonso.
Bajo una
lluvia de perseidas, hicieron el amor por primera vez cobijados por la
majestuosa alameda.
Las cartas viajaron sin descanso hasta aquel fatídico día de septiembre.
En su escrito, Alfonso le contaba que debía embarcar para combatir en
Alhucemas. Josefa sufrió un desmayo tras leer aquellas palabras. Desde entonces,
apenas probó la comida y pasaba el tiempo escribiendo una carta tras otra. Llegaban
buenas noticias en los periódicos sobre la batalla, pero también se hablaba de
bajas en la armada española. Aunque comprendía que su novio no podía contestar,
Josefa no dejo pasar un solo día sin escribir.
Los cascos de un caballo resonaron por la calle empedrada.
Algunas vecinas salieron de sus casas, comenzaron los gritos y Josefa se asomó
al escuchar el alboroto.
—He venido a buscarte, Josefa —Alfonso parecía otra persona
con aquella barba y el traje militar—. Te di mi palabra y aquí me tienes.
Josefa, ruborizada,
miró a su madre, que asentía con la cabeza. Tomó el brazo de Alfonso, que había
bajado del caballo. Se alejaron caminando. Una vez a solas, a salvo de todas
las miradas, se abrazaron como si quisieran romperse los huesos. Tenían tanto
que contarse…
La marquesa paseaba impaciente. Su hijo le había dicho que necesitaba
hablar con ella. Desde la muerte del marqués las cosas marchaban mejor entre
ellos. El joven heredó el título de su padre y se ocupaba de los asuntos del
palacio. No había vuelto a mencionar el nombre de aquella malnacida en su
presencia. Alfonso colgó su abrigo, tomó asiento en una butaca y, sin rodeos, le
confesó su intención de casarse con Josefa.
—Nunca, me oyes, ¡nunca! —gritó la marquesa.
Rodaron
vasos, licoreras y jarrones.
—No renunciaré a Josefa ni por todos los palacios del mundo,
madre.
Alfonso corrió a encerrarse en su habitación. Intentaba ordenar sus pensamientos. Escaparía con Josefa. No albergaba duda alguna. Sacó su pistola del cajón para limpiarla. Por la mañana había estado practicando puntería en el bosque. Abandonaría a su madre, no estaba dispuesto a soportar más desprecios. Furioso, restregó el paño sobre el gatillo del arma con más fuerza de la debida. El sonido del disparo retumbó por todo el palacio. La tarde del entierro era tan oscura que el cielo parecía querer aplastarlos.
Uno de los capataces de Alfonso, que vivía en el pueblo, informó
a Josefa sobre el terrible accidente.
—Mañana voy a ir al palacio, madre —Josefa lloraba desconsolada—.
Necesito verlo.
—Alfonso está muerto, hija, déjalo estar. Te desprecian.
Una poderosa ráfaga de viento provoca que la marquesa vuelva la cabeza en dirección al dormitorio que tiene a su espalda. El cadáver mira hacia ella. Tiene los ojos abiertos, el vientre ligeramente abultado y en el rostro de la joven muerta se adivina una ligera expresión de felicidad. La marquesa deja caer el puñal ensangrentado, sube a la barandilla y se arroja al vacío. El golpe del cuerpo contra el suelo inquieta a una bandada de pájaros que sobrevuela la alameda.
Me gusta lo que has escrito No es fácil hacerlo saludos desde Miami
ResponderEliminarGracias. Saludos desde España para ti.
EliminarHola Pedro, en vida no serían felices juntos los dos jovenes
ResponderEliminarPero si en el más allá, la verdad es que yo pensé que se casaría los dos aunque
la madre no lo aprobase, te deseo mucha suerte en el reto del tintero de oro.
Besos de flor.
Muchas gracias, Flor. Era una tragedia y debía acabar mal.
EliminarUn beso.
jolin, Qué odio el de la madre! ni con nieto a la vista se frena. para que luego recrimine al marques del futuro de la familia. Tragedia en la trastienda del amor. Menos mal que no hay apuntador. Creo que eres el unico que acaba tan mal. eso es llevar los prejuicios hasta las ultimas consecuencias, aunque la marquesa tenia un trasfondo enfermizo.
ResponderEliminarAbrazo y sueret en el concurso
La idea era crear a un personaje muy malvado. Muchas gracias, Gabiliante.
EliminarMuchas gracias, Pedro, por participar con este relato en el homenaje a Fitzgerald. Un abrazo y suerte.
ResponderEliminarGracias, Marta. Un abrazo.
EliminarLos prejuicios le imposibilitaron aceptar la felicidad de su hijo, trágico desenlace.
ResponderEliminarUn abrazo y suerte en el concurso
Los prejuicios hacen , sobre todo, mucho daño.
EliminarGracias por comentar.
Hola, Pedro. ¡Qué bien que decidiste escribir!
ResponderEliminarEs una historia romántica que finaliza en drama y un tanto irreal. Eran otros tiempos, donde la nobleza fornicaba con el servicio y con quien le daba la gana impunemente. No sé hasta que siglo imperó el derecho de pernada, tu historia es posterior, se data de las guerras del Rif y de Alhucemas o Villa San Jurjo como lo llamaban los españoles.
En definitiva, una historia de amor, como impedimento, una enorme diferencia social.
No podía terminar bien este relato, ya solo por el título del palacio donde se reunían Franco y don Juan para decidir el futuro de la monarquía de España, da yuyu ;)
Un fuerte abrazo, Pedro. Nos vemos en la gala.
Si , la historia es de hace menos tiempo. Efectivamente en el palacio este que, por cierto, lo tengo cerquita de casa fue donde se reunieron. Yuyu es poco, Isabel, jajajaja.
EliminarGracias por pasarte y por tus amables palabras.
Un abrazo.
Hola, Pedro. Tu relato tiene toda la esencia del romanticismo. Una historia dramática, que termina mal, muy mal. Destaco la narración de la escena final. Está muy bien lograda, es muy visual.
ResponderEliminarUn saludo.
Muchas gracias, Carmen. Un saludo.
EliminarUn buen homenaje a Fitzgerald que a su vez lo es a Shakespeare con sus amantes más conocidos. Los prejuicios muchas veces unen más a las parejas e incluso los pueden unir en la muerte como nos muestras en tu relato. Como siempre destaco la potente visualidad de tus textos y los apoyos documentales en hechos históricos que otorgan realismo a tus historias. Felicitaciones, Pedro.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo.
Gracias , Miguel.
EliminarFuerte abrazo de vuelta.
Una tremenda y dramática historia, muy bien narrada, la infelicidad de todos porque esa madre tampoco era feliz alejando a su hijo y al final la muerte.
ResponderEliminarTodos los prejuicios juntos, muy buena historia la he disfrutado.
Un abrazo. PATRICIA F.
Los prejuicios hacen mucho daño. Un abrazo, Patricia.
EliminarHola Pedro, has escrito una historia de amor en toda regla aunque acaba en tragedia. Me encanta la manera en que describes y el ritmo del relato, que no aburre. Agradezco la claridad de tu escritura y no confundirnos con muchos personajes innecesarios, todo fluye hasta ese final terrible que tiene sin embargo un "algo" de optimismo pues los amantes podrán reunirse en el más allá y quizás vivir su amor ya sin ser condenados por los prejuicios sociales. Suerte en el concurso.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Ana. Un saludo.
EliminarHola Pedro menuda historia cuanto contado en tan pocas palabras. Dicen que hay amores que matan y estos sin duda dejaron muchas personas atrás. Mucha suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarUna tragedia tiene que dejar gente en el camino, jejeje. Gracias, Ainhoa.
EliminarUn abrazo.
Hola Pedro. Una historia trágica de amantes de diferentes clases sociales. Pudiendo tener una vida feliz, aun con la sombra de la despiadada marquesa detrás de ellos, murieron de la manera mas absurda, incluyendo el vástago que esperaban. Tampoco la madre encontró motivos para vivir, viuda, sin su hijo y, por obra de su mano, sin el nieto que podía haber alegrado sus últimos días. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por pasarte , Jorge. Y por tus palabras.
EliminarUn abrazo.
Hola, Pedro. Si esto fuera una de mis reseñas, la terminaría así: 'Un dramón en toda regla '. Y cuidado, que lo digo en el buen sentido. Pero es que, haciendo honor a parte del nombre del palacio, has hecho rodar todas las cabezas. Vamos, que te has librado de milagro.
ResponderEliminarHas estructurado el texto, muy audazmente, comenzándolo in extrema res y lo has hecho de manera muy cinematográfica. Usar hechos históricos y lugares históricos para incorporarlos a la trama es de nota. Y la historia no sí es un drama como la copa de un pino, el que acostumbra a ocurrir cuando los enamorados llevan incorporada la diferencia de clase. Ay... pero el amor es caprichoso y las marqueses muy rígidas. A cuantas familias visitó la tragedia de una manera parecida. Has hecho un muy buen trabajo. Gracias.
Muchas gracias , MJ. Tenia que quedar gente por el camino como en toda tragedia que se precie, jejeje. Saludos.
EliminarUnidos en la muerte ya que en vida lo tuvieron tan difícil. Has escrito un drama de amor imposible unas tragedia como la de Romeo y Julieta; pero más a la española, con pasión y con fuerza. Esas diferencias de clases cuya sangre no se podía mezclar. Es este caso lo llegó a hacer, pero de que manera...
ResponderEliminarUn abrazo.
Muchas gracias, Francisco. Un abrazo.
EliminarQue final más desolador. Después de tanto padecer... Menuda historia. Un placer leerte. Saludos
ResponderEliminarMuchas gracias, Nuria.
EliminarSaludos.
Hola, Pedro. Vaya tragedia a lo Shakespeare que nos has traído, y todo porque la marquesa no podía soportar esta mezcla de clases sociales. Qué desperdicio de vidas.
ResponderEliminarUn buen trabajo. Enhorabuena.
Muchas gracias, Bruno. Abrazo.
EliminarHola, Pedro:
ResponderEliminarMe ha atrapado tu relato desde el principio, con esa frase anticipatoria. Tu narración tiene mucha intensidad y los diálogos son muy expresivos.
Gran relato el que nos regalas, gracias.
Hola, Pedro. Tu historia es como un clásico del romanticismo mucho amor que acaba en tragedia. Has conseguido que en todo momento se mantenga la atención al relato. Cuando parecía que volvía sano y salvo de la guerra, viene lo peor. Te felicito un relato estupendo.
ResponderEliminarGracias, Isan. Un abrazo.
EliminarHola, Pedro. Intenso drama el tuyo y muy bien escrito, claro y visual. Tiene todo los elementos de una tragedia clásica; se podría hacer toda una película con tu historia; los personajes y la ambientación están muy logrados, pero especialmente se me ha grabado esa madre roída por la rabia... Todo un personaje!
ResponderEliminarUn abrazo y suerte!
Esa era la idea , Maite. Crear una mala malisima, jajaja.
EliminarMuchas gracias.
Un abrazo.
Hola, la mas clásica de las tragedias humanas en un hermoso relato en el que has presentado la historia de una manera muy fluida y visual... me has dejado encantado, saludos y ¡suerte!
ResponderEliminarMuchas gracias, Octavio.
EliminarSaludos y suerte.
Hola, Pedro.
ResponderEliminarUn drama romántico con final trágico. Muy propio de épocas anteriores, donde amarse se medía por clases y donde el 'falso honor' predominaba. En ese contexto, el amor era difícil que triunfara, los de la misma clase porque realmente no se amaban, y los de distinta clase porque no les dejaban. Así que no cabía otro final más triste pero sí romántico, que seguir amándose en el 'otro mundo', ya libres de prejuicios. Suerte. Un abrazo.
Muchísimas gracias, Mayte.
EliminarUn abrazo.
Exacto, hay que escuchar los prejuicios porque estan para protegernos de toda tragedia. Si hubieran evitado esos amorios ...... estariamos todos celebrando una gran fiesta
ResponderEliminarA veces no se puede evitar lo inevitable, Jose, jajaja. Muchas gracias por pasarte.
EliminarSaludos.
Hola, Pedro. Menudo drama, hasta la madrastra de Cenicienta era menos malvada. El egoismo de esa madre que se justifica porque quiere lo mejor para él sin preocuparse lo más mínimo que es lo que él quiere de verdad. Creo que ese es el punto de inflexión de la historia y ya vemos sus consecuencias; al final, todos muertos, y no de viejos.
ResponderEliminarEn fin, pues saludos y suerte.
Esta marquesa es peor, bastante peor. Muchas gracias , JM.
EliminarHola Pedro , una historia de amores imposibles de las de antes, con ese final tan trágico que nos sobrecoge. Como se suele decir en estos casos " aquí no se salvo nadie " .
ResponderEliminarMe gustó como narraste toda la historia.
Un abrazo y suerte en el concurso
Puri
No se salvo ni el apuntador, Puri. Muchas gracias.
EliminarUn abrazo.
Te vuelvo a reenviar mi comentario, Pedro, parece que no ha llegado:
ResponderEliminar"Pues cómo se las gasta la nobleza, caray. Una tragedia al más puro estilo de los clásicos. Con amor desenfrenado e irrenunciable que los ata más allá de la tumba. Buen relato de amor.
Me ha gustado el relato. Suerte en el Tintero. Un abrazo."
Muchas gracias, Carles. Un abrazo y suerte para ti también.
EliminarTrágica narrativa con un final siniestro y triste. Éxitos en el Tintero. Abrazos virtuales desde Venezuela.
ResponderEliminarGracias, Raquel. Abrazos para Venezuela.
EliminarHola, Pedro, me engañaste con la primera escena, muy conseguida esa parte en presente y toda la historia a modo de flashback. Menudo dramón con tragedia incluida. Me ha gustado mucho la ambientación y cómo vas tejiendo la trama, enseñándonos el porqué de esa primera toma y cómo se resuelve. Un relato notable que seguro queda bien arriba.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo, amigo!
Muchas gracias, Pepe. Me encantó tu historia. Un abrazo grande, amigo.
EliminarUna historia muy bien narrada, Pedro. Especialmente, me ha gustado mucho cómo has utilizado el presente para el comienzo y el final, me ha parecido un gran acierto porque ayuda a meterte en la historia y a mantener la tensión narrativa. Aunque es un relato muy duro, lo has escrito de una manera tan elegante y ágil que he disfrutado mucho de la lectura. Enhorabuena y un abrazo!!
ResponderEliminarMuchas gracias, Cristina. Me gustó también tu historia. Un abrazo y suerte.
EliminarMenuda tragedia, Pedro!! Estupenda narración que nos lleva hasta un desenlace, que a pesar de que se intuye trágico al principio, no nos podemos ni imaginar. Encantada de leerte. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias, Lola. A mi también me encantó leer tu historia. Me gustó mucho. Un abrazo.
EliminarGran relato dificil de escribir
ResponderEliminarAplauso
Gracias, Mucha.
EliminarSaludos.
Alucinación o venganza del más allá, la marquesa tuvo un trágico fin. Compatible con lo que desencadenó, por capricho.
ResponderEliminarBien contado,.