Al abrir la puerta de aquel local, nunca imaginé lo que sucedería a continuación. Iba bajando las escaleras de entrada — limpísimas , por cierto —, cuando comenzaron a dolerme las manos y a castañetearme los dientes.
Una parte de mi, sabia que algo no encajaba, y al dejar atrás el ultimo escalón caí en la cuenta. Esta vez, no estaba de parranda, estaba muerto.
Al menos, el purgatorio era un bar.
— ¡Jefe, cuándo usted pueda...!
Tan corto tan simple
ResponderEliminarTan bello
Hola Mucha. Gracias como siempre, un placer tenerte en el blog. Siempre con tus bellas palabras. Un saludo.
EliminarGenial!
ResponderEliminarHola Consuelo. Muchas gracias por pasarte , me alegro que te haya gustad0.
EliminarCorto, sencillo y buenísimo. Demostrando que no se necesitan muchas palabras para escribir algo de calidad.
ResponderEliminarHola RR. Me alegro que te haya gustado. Un abrazo y gracias por pasarte.
EliminarMuy bueno Pedro! Me gustó mucho!
ResponderEliminarHola Ana , muchas gracias por tu lectura. Un abrazo.
EliminarMientras tengan la cerveza en su grado óptimo de frío, no me importaría.
ResponderEliminarHola Cabrónidas, gracias por pasarte. Yo pago la primera ronda...Un saludo.
EliminarMe maravillas con tus entradas
ResponderEliminarGracias Mucha, por tu tiempo , tus comentarios y tus lecturas, que también son maravillosas.
EliminarTu estilo directo y claro va muy en la línea de los buenos autores que a mí más me gustan. Felicidades. Ojalá y el Purgatorio sea algo así!
ResponderEliminarHola Marcos. Me alegra verte por aquí. Agradezco mucho tus comentarios y por lo que veo, compartimos gustos. Así deberíamos acabar todos , ja,ja,ja.
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