La boca me sabe a metal. Ignoro el tiempo que he pasado
inconsciente y atado a esta silla. En la habitación hace frio. Exploro con la
lengua, me faltan varios dientes y tengo el ojo izquierdo completamente
cerrado. Escupo sangre. Dos hombres entran. Visten uniformes del ejército nazi.
El más alto saca algo del bolsillo, una fotografía, que coloca frente a mi
cara.
—¿Conoce
a esta mujer?
—No
suelo acercarme a mujeres alemanas —respondo.
Recibo un puñetazo que hace que mi cabeza rebote hacia atrás.
—Si
miente va a lamentarlo —dice su compañero—. No lo haga más difícil.
—Juro
que no he visto a esa mujer en mi vida.
Miento. Para esto me adiestró mi país. Para engañar.
Conocí a Helga, la mujer de la
foto, en el cementerio de una ciudad centroeuropea cuyo nombre poco importa en
esta historia. Paseaba entre las tumbas cuando la vi arrodillada ante una
lápida sencilla, de mármol descolorido. Yo esperaba allí a mi enlace para ser
evacuado tras cumplir una misión de alto riesgo, el asesinato del físico nuclear
del ejército nazi, Klaus Preminger. Sabíamos que tenían la bomba atómica prácticamente
finalizada y aquel hombre se convirtió en el objetivo principal de la Agencia
tras el Führer .Una hoja crujió bajo mi zapato y Helga giró la
cabeza. Nuestras miradas se cruzaron y me perdí para siempre en aquellos ojos
azules y cristalinos.
—Lo siento
—dije.
—Gracias —Sacó un pañuelo del bolso—,
no logro superarlo del todo. Mi abuela lo era todo para mí.
En su cara, la más hermosa que había y
he visto en mi vida, las lágrimas resbalaban hasta aterrizar sobre la comisura
de unos labios que incitaban al pecado. Me presenté como reportero. Mentí, como
de costumbre. Supuestamente, yo buscaba historias trágicas de la guerra en el
país y ella podría ser candidata a una entrevista para mi periódico. No resultó
fácil persuadirla, pero acabó por acceder. Nos citamos al día siguiente en un
café del centro. Soñé con Helga durante toda la noche. Ansiaba conquistarla. Acudí
con mi mejor traje a nuestra cita. Ella no estaba. Sentado en una mesa junto a
la puerta esperé mientras tomaba un té con leche. Una hora más tarde ya había
dado cuenta del periódico y de la infusión. Cuando me disponía a marcharme, Helga
apareció. Como una verdadera diosa acaparó todas las miradas masculinas durante
el trayecto hasta mi mesa. Nos dimos la mano. Pedí dos cafés y comenzamos la supuesta
entrevista.
Ahora, atado a esta silla, comprendo que me enamoré de ella en
cuanto la vi en el cementerio. De poco sirvieron los años de entrenamiento, las
pruebas físicas y las torturas, los test de inteligencia o el desorbitado
salario que me pagan por hacer mi trabajo. He puesto en riesgo a mi país, al
mundo, aunque, sinceramente, me consuela que estos malnacidos no hayan podido
capturar a Helga. No se imaginan lo que mi cuerpo puede aguantar, ignoran que
moriría sin dudarlo, antes de poner en peligro la vida de la mujer que amo.
Durante
nuestra cita hablamos hasta que se nos hizo de noche. Mi vida de periodista le
resultó intrigante y no paraba de hacerme preguntas. Acostumbrado a ser un
impostor, no tuve dificultades para responder a todas sus cuestiones. Insistí
en invitarla a cenar y ella aceptó. Pedimos pescado al horno, vino y un
delicioso pastel de zanahoria. Recuerdo el olor de su perfume inundándolo todo,
aquel olor y aquellos ojos que me miraban con una pureza indescriptible. Tras
la cena fuimos a un hotel a disfrutar de un concierto de swing y después
terminamos en una de las suites haciendo el amor hasta que se hizo de día.
—No quiero que
te marches.
—Nos vemos esta noche —Helga besó mis
labios—. En el café de ayer.
—Ten muchísimo
cuidado.
—He nacido aquí.
Estas calles son mi casa.
—Helga, te lo pido
por favor.
—¿Qué te
ocurre?
—Desgraciadamente,
he presenciado demasiadas atrocidades.
—Tranquilo —sonrió—,
sabré cuidarme.
Al cerrarse la puerta sentí un enorme vacío.
Por la tarde recogí una carta del
buzón de mi piso franco. En ella, mi enlace relataba que no me había localizado
en el lugar acordado, que era necesario abandonar el país de manera urgente y
que en tres días nos encontraríamos ante el monumento más famoso de la ciudad.
De camino a nuestro encuentro, las preguntas bailaban en mi cabeza. ¿Estaría dispuesto a confesarle a Helga que era un espía? ¿Arriesgaría todo por ella? Tenía clara la respuesta. Bajé del tranvía y crucé la calle. Cometí un error, porque no me percaté del coche. Dos hombres me metieron dentro a la fuerza. Con los ojos vendados me trasladaron hasta este lugar.
El alemán más alto se acerca hasta la mesa y coge la venda.
—Si vais a
matarme, quiero miraros a la cara, cretinos —digo.
El compañero me sujeta mientras me tapan los ojos. Escucho el
chirrido de la puerta al abrirse, después pisadas, de unas botas probablemente.
Un solo hombre. Intento mover las muñecas, pero es imposible soltarse. Necesito
ganar más tiempo, la agencia debe estar buscándome. Las pisadas se aproximan
por detrás. Me preparo para lo que pueda venir y entonces siento unas horribles
ganas de vomitar. Un olor inunda la habitación, un perfume que reconozco
enseguida. Siento su aliento en mi oído.
—He de confesarte, que adoraba a mi
abuelo Klaus Preminger —susurra Helga.
Esa revelación final implica que el protagonista está condenado, no habrá escape para él.
ResponderEliminarUna coincidencia muy desafortunada. Muy bien contado.
Saludos.
Hola, Pedro. Muchas gracias por participar.
ResponderEliminarQue tengas mucha suerte en el concurso.
Hola Pedro, un muy buen relato, donde el cazador, resulta al final cazado. Sorprende mucho el final, donde ella se revela como parte de la maquinaria del mal. Un acierto mostrar al espía con sus debilidades humanas (enamorarse) y que eso sea la causa de su perdición. Muchas veces se nos presentan como robots sin alma pero has logrado pintar un personaje muy interesante. Me gustó tu relato, suerte en el concurso.
ResponderEliminarLa traicion es lo que mas duele. Poco pueden hacer los dos brutos por superar lo que ella ha conseguido, acercandole su fragancia.
ResponderEliminarHe vuelto atras para ver si ella en el cementerio dice abuelo o abuela. Si hubier dicho abuelo hubiera sido imperdonable para él no mirar la lapida, pero no; era todo mentira, como todo lo de él, menos el amor. "El amor supera dimensiones".
bUEN FINAL; corto preciso y demoledor.
abrazoo y sueret en el concurso
Me lo ví venir. No sé si el tema del mes nos ha puesto en eso, pero todo el tiempo veo cómo unos y otros mienten y sobre todo "se mienten" creyendo haber engañado al otro. Muy bueno. Un gran abrazo.
ResponderEliminarHola Pedro, he disfrutado mucho con la lectura, muy bien escrito y engacha, la atmosfera se puede casi tocar. Mucha suerte. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Pedro , un relato muy bueno e intrigante lastima que Helga al final lo traicionara.
ResponderEliminarDejas al final algo dudoso , al final que pasa se salvara o morirá , me a gustado mucho lo he disfrutado de verdad, es verdad que el tema da para mucho y más si hablamos de espionaje y Nazis.
Besos de flor.
Pd ; Te puedo mandar un correo , es que me gustaría hablarte de "Noviembre nocturno" de tú entrada anterior.
Tremendo relato, muy bueno, sin dudas este espía no tiene escapatoria. Cometió un grave error se enamoró, algo que los espías no deben hacer y además se enamoró de la persona equivocada.
ResponderEliminarSaludos y mucha suerte en el concurso.
PATRICIA F.
Un final sensacional que merece un tinterazo je, je. Qué bueno. Me ha encantado como has dado forma al relato, además de ser muy visual y cinematográfico. Pero es que el final es totalmente sorprendente y demuestra cómo hasta el espía más entrenado puede rendirse al encanto femenino.
ResponderEliminarFelicidades, Pedro.
¡Ay, qué final! Yo no lo he visto venir y me ha encantado. Todo el relato. La forma de contar la historia con ese halo de melancolía y de derrota que tiene, el fatalismo del personaje, la escena tan de película que has dibujado... Fantástico, Pedro.
ResponderEliminarEl enamoramiento puede ser muy traicionero para un espia! Puede representar su final! Muy peligroso enamorarse en esta profesión! Un abrazote y mucha suerte en el concurso!
ResponderEliminarUff, un final inexperado. Me gustó mucho. Un placer leerte Pedro. Saludos
ResponderEliminarCuando prevalece el amor filial, y uno cae en su propia trampa. Buen final. Abrazos virtuales desde Venezuela.
ResponderEliminarHola Pedro, muy buen relato, mantienes la intriga en todo momento y el final, totalmente sorprendente. Muy bien contado.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Seguro que cuando Helga habla, el diablo calla y aprende.;)
ResponderEliminarMe ha encantado, Pedro, tanto la historia en sí como tu forma de narrarla.
ResponderEliminarSuerte en el concurso.
Un abrazo.
Muy buen relato, con un giro final interesante. Suerte en el concurso.
ResponderEliminarUn saludo!
Qué grande, Pedro. Reconozco que antes de leer la última frase me dije, si al final fuera Helga sería la pxxxx, y va y me lo cierras así, jajaja. Muy bien construido, con ese juego de escenas bien diferenciadas en la forma verbal a pesar de estar narrada en primera persona, que en estos casos es la más complicada, sobre todo en el presente. Esa es la escena que más me ha gustado, el presente denota inmediatez y en este caso, parece que le queda poca.
ResponderEliminarMe encantó, compañero.
Un abrazo y mucha suerte
Si, para ser sinceros la Gestapo ha sido una de las agencias policiales más recordadas y no porque fueran tontos. Es claro que aquí llevaba todas las de perder. Gran relato que diría yo está bien ajustado al entorno histórico. Me encanto.
ResponderEliminar¡Qué gran relato, Pedro! En vilo me ha tenido de principio a fin. El espía enamorado... Cerrado con ese sorprendete final, no necesita ni una palabra más.
ResponderEliminarFelicidades y suerte en el concurso.
Estupendo relato, Pedro, con un magnífico giro final. ¡No lo vi venir! Creo que es por lo bien que lo narras. Un abrazo.
ResponderEliminarEse final no esperado es triste, el amor no tiene espacio cuando se trata del espionaje y en este caso está claro que el enamorado tiene las horas contadas.
ResponderEliminarBien narrado un relato de espías en toda regla.
Un abrazo Pedro y suerte en el concurso
Puri
¡Hola Pedro! Cuando escribes historia de parejas ( y más si son espías) son tantas las vueltas que le has dado que al final te haces experta en giros y regiros. Me imaginaba que ella iba a ser espía. Mira que era casualidad que estuviera en el cementerio a esa misma hora. Me despistó que la lápida era vieja (mármol descolorido) o sea que hacía tiempo que alguien ya había muerto. La historia rueda genial de principio a fin. Un abrazote
ResponderEliminarHola Pedro. Buen relato, se ve que la pausa obligada por alcanzar el pódium hace dos ediciones ha sido provechosa jeje. A destacar en primer lugar esa narración a dos tiempos, el presente para el momento en que el espía vive la angustia del cautiverio, y el pasado para los recuerdos que rememora y que lo han llevado a esa situación. Ya de entrada la escene del cementerio está pensada para despistar tanto al protagonista como a nosotros los lectores, la lápida descolorida (que evidentemente no correspondía con ningún familiar de Helga), esa frase "no logro acostumbrarme del todo", dan la idea de que la muerte ha ocurrido hace tiempo y ello disipa las posibles suspicacias que se pudieran tener respecto a la chica. El espía sucumbe a sus debilidades más humanas ante una mujer tentadora. A partir de ahí se intercala una tórrida historia de pasión con el momento presente, hasta llegar a ese final en el que cabía la posibilidad de que quien apareciera fuese Helga, pero está tan bien oculto que incluso así es una sorpresa. Buen trabajo, un abrazo.
ResponderEliminar¡Fantástico! No he podido dejar de saborear cada línea. Una historia redonda, con un sabor amargo, y genialmente narrada.
ResponderEliminar¡Ay si pudiera votar! Bueno te dejo mi admiración.
Un abrazo
A medida que se acercaba el final estaba pensando que iba a ser ella y me decía, no, no puede ser, y fue. Un espía enamorado, como Bond en esta entrega de la serie. Y esa bomba atómica... Muy bueno y muy bien contado.
ResponderEliminarUn saludo y suerte en el concurso!
¡Woow! Me quito el sombrero. Un relato extraordinario y con el final que no pudo ser de otra manera: una guinda perfecta para el pastel de la historia de espionaje y venganza.
ResponderEliminarMucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Buenísimo, Pedro. Con un hecho real de sustento! Me encantó.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué relato tan crudo y duro el que has escrito, Pedro. Me ha atrapado totalmente, y el giro final me ha sorprendido. Me ha gustado mucho la voz del protagonista totalmente enamorado que no duda de Helga quien, sin embargo, le traiciona. Transmites muy bien en el final, el dolor que siente el protagonista al reconocer el perfume de Helga. Muy bueno. Enhorabuena y suerte en el Tintero!!
ResponderEliminarHola, Pedro. Un relato el tuyo muy apropiado al reto de este mes y con un desenlace que marca la diferencia. La venganza en caliente es como un entrante, en cambio, fría es como tener helado de postre. En fin, que dura la vida de agente, siempre caen en la misma trampa. 😂
ResponderEliminarSaludos y suerte. 😎👍
Uff... que mal para un espía enamorarse de un contrario. Correspondido o no, se convertirá en blanco. Excelente relato
ResponderEliminar¡Pero, Pedro! ¡¡Te llevas el prmio al mejor plot-twist!!
ResponderEliminarBravísimo 🌻
Hola Pedro. Bien contado, con buen giro final. Buen relato. Enhorabuena y suerte!!
ResponderEliminarRelato de espías siguiendo las bases del género. Indispensable la presencia de una "mujer fatal". El desenlace no puede ser otro que una tragedia para nuestro protagonista.
ResponderEliminarQue tengas mucha suerte en el concurso.
Me gustan esos dos tiempos de la narración, solapados pero diferenciados, que mezclan la acción actual con los flashback donde se va revelando la trama. Lógicamente se encuentran en el punto final, con ese giro que cierra el círculo, terminando con una muerte más que probable una historia que comenzó en un cementerio.
ResponderEliminarUn abrazo.
Enhorabuena por ese Tintero tan mercido
ResponderEliminarAbrazoo
Felicidades Pedro por ese merecido Tintero de Bronce. Un abrazo!
ResponderEliminar¡Felicidades!; me alegra mucho que este magnífico cuento haya sido reconocido entre los mejores.
ResponderEliminar¡Un abrazo!
¡Felicidades Pedro!
ResponderEliminarOye, Pedro, que le estás cogiendo el gusto a esto de los Tinteros, jajaja.
ResponderEliminarFelicidades, compañero, muy merecido ese bronce.
Un abrazo!
Que cantidad de gente te ha escrito!!!!!!!!!!!!! ¿será porque eres guapo?
ResponderEliminarte felicito Yo no sé nada de premios nunca nadie me ha dado ninguno
Saludos y suerte
Te espero el comentario se devuelve mientras sonrío
ResponderEliminarQue buen comentario Este blog no responde a nadie jajajaj
Eliminar¡Hola, Pedro! Estupendo relato de espías. Tiene todos los ingredientes para que sea un buen relato de espionaje: misterio, suspense, una misión, amor, traición... La historia atrapa desde el comienzo y el giro final es sorprendente.
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Ah! ¡Y enhorabuena por estar en el Podium de ganadores del concurso!
EliminarNo es un grantexto pero se puede leer y dejarte contento
ResponderEliminarQué bien funcionan, Pedro, las frases cortas en los pasajes de acción y tensión! Se alargan y suavizan cuando habla en primera persona de Helga, (Pasajes de sentimientos y sensaciones). Hay párrafos informativos de la trama, las circunstancias y la época que ayudan a la trama. Y como bisagra los diálogos perfectamente encajados. ¿Se puede pedir más? ¡Ah sí! El perfume de Helga, la traición, el dolor del desengaño.
ResponderEliminarMerecido bronce, Pedro. Te felicito.