La iglesia estaba vacía, envuelta en una humedad desapacible, fría y callada. Un chapoteo interrumpió la paz, un hombre mojó los dedos en la pila del agua bendita para ungir su frente. Caminaba en dirección al confesionario, con la cabeza agachada, como si estuviera contando las baldosas del suelo. Murmuraba, sus labios se movían acelerados, pero sin emitir sonido alguno. Se arrodilló en el reclinatorio.
—Sin pecado concebida.
— En el nombre del padre — dijo el hombre santiguándose — y
del Hijo y del Espíritu Santo.
— El Señor esté en tu corazón — el cura carraspeó — para que
te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados.
—Hace años que no me confieso, Padre.
—Hijo mío, nunca es tarde para volver a la casa del señor.
¿Cuáles son tus pecados?
—La última vez fue en el colegio, ante uno de mis
profesores. El padre Celemín Galipienso.
La venganza, en esta ocasión, se sirve con un destello plateado en un impactante final que nos cuenta la historia de una vida. O de dos. Muy bueno, Pedro.
ResponderEliminarAbrazos.
Efectivamente, Miguel. Dos vidas en pocas palabras. Esa era la idea.
EliminarUn abrazo.
¡Hola, Pedro! Parafraseando aquella frase de Watchmen, ¿quién confiesa al confesor? En tu estupendo relato una bala con su nombre. Un abrazo!!
ResponderEliminarGracias por pasarte , David. Un abrazo.
EliminarPedro, un ajuste de cuentas en toda regla. Me gusta sobre todo por lo que no cuenta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias, Angel. Tenia una segunda parte la historia, pero decidí no ponerla por se demasiado explicativa. Tras ver tu comentario, veo que acerté. Un abrazo.
Eliminarnice post
ResponderEliminarpls visit our blog at https://www.rehobothorganicfarms.com/supernapier
Qué gran satisfacción siento cuando leo, aun en la ficción, que uno de los asalariados de la iglesia muere y se reúne con su amigo imaginario. Eso sí, el nombre de Celemín Galipienso es soberbio.
ResponderEliminarJajaja, que crack estás hecho.
Eliminarque buen texto que maravilla
ResponderEliminarbesos
Gracias por pasarte y comentar.
EliminarUn abrazo.
Hola de nuevo, este es un relato corto e intenso como los que a mí me gustan.
ResponderEliminarPor una vez, la justicia divina no hizo su aparición, ya que actuó antes la justicia del hombre.
Mis felicitaciones.
Besos de flor.
Gracias por pasarte, Flor.
EliminarUn beso.