Sientes
las perlas del polvo boliviano bajando por tu garganta adormecida y te llevas
la copa a los labios para meterle un trago que deja el vaso tiritando. Bailas
frente a una chica rubia de pelo corto a la que no conoces de nada y que te
está hipnotizando con el movimiento de sus manos.
Acercas tu boca a su oído
para decirle que si quiere ir a otra parte y vuestras cabezas chocan, provocando
que ambos riais hasta desencajaros la mandíbula nadando bajo una lluvia de
neón.
El corazón te amenaza con salirse del pecho, pero vuelves a intentarlo con la rubia y le gritas tu plan perfecto, aunque tengas claro que no va a oírte debido al volumen de la música.
Te retiras, solo un poco, para recuperar el aliento y
ahora es ella la que se acerca a ti mirándote con sus ojos color índigo.
Introduce su lengua en tu boca de manera salvaje, es áspera cómo papel de lija, pero dulce como la leche condensada y las dos de la madrugada se convierten en las siete.
Eres un tipo con suerte.
Pense que te habia dejado un escrito Bueno ahora salgo
ResponderEliminarsin mascara
volvere a tener oxigeno para mi cerebro
Me has encantado con tu texto
Hola Mucha. Gracias por tu visita y tus comentarios. Nos leemos. Saludos.
EliminarMuy buen relato, hay noches así... ¡Saludos!
ResponderEliminarMuchas gracias por pasarte Ana, y por tu comentario. Cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino diferente. Un saludo y buen fin de semana.
Eliminar¿Por qué no una chica con suerte?
ResponderEliminarHola Cabrónidas. Genial tu observación, jajaja. Lo mismo le cambio el titulo. Muchas gracias por tu comentario y por pasarte. Un saludo.
EliminarUn instante, una noche, una vida... Muy buen micro, Pedro.
ResponderEliminarHola Marta. Gracias por pasarte y por tu comentario. Nos leemos. Un saludo.
Eliminar